El martes del 17 de julio del
2018 este comentarista dio a conocer los posibles impactos de la guerra
comercial protagonizada por los jefes de estados de EE. UU. y la República
Popular China, después de un año, se puede apreciar las consecuencias que se
están generando por las aplicaciones de aranceles al comercio bilateral entre
estos dos países, que suman juntos productivamente 39,75 % del PIB mundial. Su
enfrentamiento afecta a la mayor parte de las economías el mundo, y en especial
aquellas que se especializan en la producción de materias primas, de acuerdo
con las ventajas comparativas existentes en sus propios territorios afectando
sus tasas de crecimiento.
En la medida que se reduzca el
comercio global de bienes y servicios que requieren insumos sin elaboración o
semielaborados, impacta en la demanda de estos, causando una sobreabundancia de
ellos en el mercado internacional con la consiguiente reducción de sus precios,
y en consecuencia en el deterioro de los términos de intercambio de estos
países, como es el caso de Chile con un peso específico de apenas del 0,35% en
el PIB del mundo, y con 17 millones de habitantes, es una economía que actúa en
el mercado internacional como tomadora de precios.
En función de este tamaño, la
economía chilena debe mantenerse como economía abierta con la finalidad de
potenciar su capacidad productiva por su pequeño mercado para atender al
mercado internacional, cualquier tipo de industria que sustituya importaciones
no lograría un rendimiento económico eficiente que le permita lograr costos
unitarios competitivos, en comparación a plantas que existen y atienden a
consumidores con mercados de 200 a 300 millones de habitantes.
Las políticas arancelarias proteccionistas
entre estos dos gigantes constituyen un proceso de reformulación de
globalización económica con mayor proteccionismo, complementado con los
impactos que se están enfrentando por la contaminación planetaria, y las
propias autoexigencias imperativas que se están adoptando con la finalidad de
sobrevivir en el planeta. Esto implica
para Chile un desafío estratégico para sobrevivir en su entorno internacional
que exige mayor productividad con tecnología no contaminante, y con una máxima
eficiencia en el uso de recursos. En este escenario Chile debe reconstruir su
visión de país con la finalidad de lograr un mayor desarrollo sustentable en el
tiempo.
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