Hace pocas semanas se hizo
efectiva la amenaza del presidente Trump de subir los aranceles a las
importaciones estadounidenses de productos provenientes de China, que pretende
corregir el desbalance comercial bilateral de EE. UU. con este país. El aumento
de los aranceles al acero, aluminio, paneles solares, productos tecnológicos,
automóviles, entre otros, hasta un 25%. Por otra parte, se ha dado a conocer
que EE. UU. aplicaría aranceles adicionales a China del 10%, minimizando aún
más el intercambio comercial con China.
Esta política proteccionista
estadounidense procura aumentar la oferta interna de sustitución de
importaciones, buscando en forma artificiosa un mayor nivel de producción
interna con menor nivel competitivo mundial, a pesar de estar casi en pleno
empleo, causando un menor bienestar para sus consumidores a un mayor precio
interno, con una presión inflacionaria inicial. Por otra parte, China ha
respondido de una forma similar con medidas de represalias a productos
agrícolas. No obstante, muchos de los productos que exporta China a EE. UU. poseen
partes, piezas y componentes que son producidos por transnacionales
norteamericanas que son producidos en distintas partes del mundo, que solo buscan
una mano de obra más barata que los ensambla, donde trabajan activamente manos
de obras especializadas en empresas como IBM, Apple, Google, Facebook, Amazon,
Intel.
Es muy probable que haya una
disminución del comercio global, y esto implicaría un deterioro de los términos
de intercambio para Chile (relación de precios bienes exportable e
importables), dado que la oferta de exportaciones instaurada en las últimas
décadas se implementó para un mercado global de un tamaño dado, que podría
reducir su volumen de intercambio si la guerra comercial se escalonara a otros
flujos de comercio de EE.UU con Unión Europa, Rusia, India, después de las
denuncias que han hecho éstas a la OMC en contra de EE. UU. De hecho, podría
disminuir el precio del cobre y otras materias primas, esto afectaría a la
economía de la Región de Tarapacá en sus exportaciones y en el encadenamiento
productivo interno de la industria que le presta servicios al sector minero.
Sin embargo, todo podría verse mejorado si EE. UU. y China negociaran su
desequilibrio comercial, a partir de una cooperación bilateral de carácter
político, especialmente si al interior de EE. UU. se presiona al ejecutivo para
acceder a un acuerdo negociado.
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