Dr. Héctor Varas M.
Las percepciones de la migración venezolana
hacia Chile y especialmente en Tarapacá ha sido caracterizada por una sensación
de inseguridad, especialmente porque se ha asociado a la trata de personas,
lavado de activo, narcotráficos y los vínculos de actos criminales de
homicidios, aumentando la percepción de inseguridad en la región.
De acuerdo con la publicación de los
economistas Marco Arena, Emilio Fernandez Corugedo, Jaime Guajardo y Juan
Francisco Yepez, todos ellos del FMI (Fondo Monetario Internacional), señalan
que más de 7 millones han abandonado Venzuela, y se espera que para el año 2025
sumen en total 8,4 millones. Esta cantidad supera a las poblaciones que han
emigrado históricamente desde Siria, Afganistán, Sudán del Sur, Etiopía e Irak.
Los primeros venezolanos que emigraron fueron profesionales altamente
calificados, la segunda ola se relacionó con personas profesionales de clase
económica media, y finalmente los últimos que han salido del país, desde 2017
en adelante son personas de bajos ingresos y con un grado de calificación de
mano de obra inferior que los primeros migrantes.
Los países que han recepcionado más migrantes
venezolanos han sido EE. UU., España, Colombia, Chile, Ecuador y Perú. En estos
tres últimos países habrían ingresado unos 2 millones de venezolanos, no
obstante los analistas citados perciben que los trabajadores de mayor
calificación estarían trabajando en actividades laborales informales
percibiendo un 30% menos de remuneraciones que la población local residente que
se desempeña formalmente. Por otra parte, algunos países han tenido que gastar
hasta un 0,5% del PIB (producto interno bruto) para asistir a los inmigrantes
socialmente, como es el caso de Colombia entre los años 2018 y 2019.
Si bien los países en los primeros flujos de
inmigración fueron más receptivos apoyándoles con visas, autorizaciones de
movilidad y acceso a asistencia humanitaria, salud y educación. Pero
posteriormente, durante los años 2018 y 2019, hubo resistencia a aceptar a los
inmigrantes.
No obstante lo anterior, estos analistas
señalan que algunos países que logren realizar una buena gestión de la
inmigración se espera que para el 2030 podrían aumentar entre un 2,5 y 4,5% del
PIB, por la incorporación de la mano de obra venezolana realmente competente,
de una forma adecuada a las actividades productivas formales de los países
anfitriones en función del reconocimiento de sus calificaciones y competencias
laborales.
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